RELATO DE "AGUA LINDA"
Por: Jeferson Vargas*

Mi bienvenida al llano colombiano, el Meta, llegué allí de vacaciones al cultivo de plátano de mi papá, un hombre que llevaba alrededor de siete años viviendo en el llano, aunque sus orígenes fueran boyacenses.
Dicen que la primera impresión es la que cuenta, y mi primera impresión sobre el llano es algo casi indescriptible, son como pequeños fragmentos de tiempo que quisiera conservar para siempre en la mente y el corazón. Llegar a Pachaquiaro donde pasaría un buen tiempo de mi estadía, es uno de esos pequeños caseríos donde las calles no tienen pavimento, el servicio de agua no era el mejor. Sin embargo, haciendo a un lado esas pequeñas cosas, me enamoró su gente hospitalaria, la humildad y otras muchas cosas que sería redundante explicar. los cultivos de plátano hermosos, quizás un poco golpeados por el verano. El cultivo estaba ubicado en una costa del ¡Río Negro! antes del caserío “la Balsa”, mis primeras vivencias fue conocer la fauna de esa región del país, osos palmeros, gűios, chigüiros, garzas, gran variedad de peces y por supuesto un reptil peculiar que a simple vista parecía un cocodrilo pequeño (babillas), los días en el cultivo se me iban entre fotografías y el trabajo del campo, que es algo de admirar, pues los soles del verano en aquel lugar son muy abrumadores. Mi padre que ya estaba acostumbrado a esa rutina disfrutaba cada día como si fuera el último, cuando no estaba de pesca se perdía buscando galápagos o cachicamos.

Mi primera aventura fue la de buscar a alguien con quien tratar mis pequeños temas literarios, empecé con la travesía de encontrar a un tal «̈Mono Apolinar», buscando entre reseñas e información de la gente, que me hablaban de un tipo bastante peculiar, que recorría el pueblo y sus veredas, que andaba de aquí para allá, con una mochila y una cámara fotográfica. Y mientras lo encontraba, también la gente me hablaba de tragedias del Meta, cosas feas de violencia pasada, que no me gusta hablar. Encontré al «Mono Apolinar» le mostré mis textos, este los leyó, y me aconsejo: «sigue escribiendo, sigue leyendo, los textos son buenos, pero toca ser riguroso con la escritura. Sigue y sigue, ese es el camino».

En Agua Linda, se presentó la oportunidad de convivir con la naturaleza, después de vivir lleno de comodidades en la ciudad, llegue a vivir en un pequeño rancho improvisado con madera y lona verde «una ranchería» a las orillas del cultivo de mi padre, comíamos lo que pescábamos, salimos muy pocas veces a Puerto López, éramos como una pequeña tribu de gente que quería alejarse de la civilización. Hasta que un día, alrededor de las ocho de la noche, salí a buscar algo fuera de la casa, y, ahí estaba acechando bajo la oscuridad, a la espera de algún desafortunado descuidado que caminara sobre ella, sí, una culebra «cuatro narices», como se le conoce en los Llanos Orientales a la serpiente que me mordió, dejándome en un estado deplorable y abordo de la muerte, donde el proceso de recuperación fue largo y doloroso. Luego de esto me aleje del llano, y voy a confesar, que no dejo de pensar en esos días sobre la calidez de la tierra, la sabana perdiéndose en el horizonte con el azul infinito en el cielo, de los atardeceres llenos de colores hermosos.
*Joven estudiante.
Escritor Boyacense.
En una temporada residió en los alrededores del Centro Poblado de Pachaquiaro (Puerto López, Meta).