Por la época de la colonización de estas tierras, los llamados “blancos”, siempre se mostraron hostiles con los nativos, es así como varios dueños de Hatos localizados cerca de los  ríos “Guachiría”, “Ariporo”, “Casanare” y “El Tomo”, no dejaban que los aborígenes se instalaran en sus riveras. Para atemorizarlos practicaban las denominadas “cacerías de indios”. Uno de los “blancos”, había asesinado a cuatro de ellos, les quitó sus pieles, les echó sal para su conservación y llegó al pueblo con la intención de enajenarlas a don Carlos Marchand,. suizo que compraba pieles de caimanes para exportación. El primer contacto que tuvo este personaje fue con el Corregidor Luis Alberto Galindo, a quien le hizo saber su objetivo, entonces el funcionario le recriminó y le pidió que se deshiciera de tales pieles lo más pronto posible puesto que era un delito grave el que había cometido, sancionado con pena de presidio. Este acto repulsivo, cruel e inhumano del colono, se conoció en toda la población y se recordaba frecuentemente, quedando impune dicha conducta ya que la presencia de autoridades judiciales en esos tiempos era muy exigua y la gente callaba por temor a represalias.