LA NUEVA CONCIENCIA

RECUERDOS DEL RESTAURANTE INFANTIL

Por: Apolinar Beltrán Villazón

Padre Luís Böll 

A finales de 1970 en Puerto López, por iniciativa del padre Luís Böll se construyó el restaurante Escolar-Infantil. Su funcionamiento comenzó en unión de finqueros, ganaderos, lecheros, comerciantes y navegantes que hacían su aporte social de alimentos: pancoger, leche, carne, pescado, entre otros, con el fin de que cientos de niños pudieran recibir su almuerzo escolar en el restaurante infantil, los estudiantes que asistían a clases en la mañana almorzaban después de salir, al mediodía, mientras que aquellos que estudiaban en la tarde lo hacían antes de ingresar a sus clases. Todos eran atendidos por «doña Rosana», una mujer recordada con cariño por su exigencia y autoridad. Ella insistía en que los niños consumieran su alimento nutritivo, que incluía la tradicional «colada de dulce», las «arepuelas» y las desconocidas ensaladas para los niños de esa época.

Los jóvenes compraban una boleta por un precio «irrisorio» todos los viernes y, a partir del lunes, los estudiantes que iban a almorzar la presentaban a la entrada. A cada boleta se le daba «un tijerazo en una esquina», lo que significaba un almuerzo consumido, y así sucesivamente cada día.

«Doña Rosana»

CAMBIO EL SERVICIO

Después, el funcionamiento del servicio del restaurante comenzó a operar con aportes del municipio y del departamento. Se empezaron a utilizar casetas comunales para ampliar la cobertura y se contrató personal idóneo para esta labor, permitiendo que los estudiantes accedieran al servicio de restaurante más cerca de sus colegios y en sus propios barrios o sectores aledaños.

Una de las primeras «casetas comunales» acondicionadas para este servicio fue la del barrio El Vergel, seguida de otras en diferentes barrios, garantizando así el normal funcionamiento del restaurante escolar.

LA LEY ACABÓ CON LOS RESTAURANTES

En los últimos 10 años se inició el «desmonte progresivo» de este servicio estudiantil con la aplicación de una ley que establecía que los restaurantes debían operar dentro de las instituciones educativas y atender únicamente a un número de estudiantes que cumplieran ciertos requisitos. Además, se creó la entrega de un «Refrigerio Industrial», que consistente en una caja de leche, jugo o avena, una fruta y un pan o galletas, distribuidos diariamente. Con el tiempo, este programa se convirtió en jugosos contratos manejados por los gobernantes de turno a nivel departamental.

El restaurante escolar dejó de funcionar, al igual que los servicios en las casetas comunales, cuyas instalaciones ahora se utilizan para otras actividades. Solo quedó el recuerdo en muchos niños de ayer, de escasos recursos, que durante mucho tiempo recibieron allí un almuerzo escolar con cariño y respeto.